2/25/2007

Fabricante de Máscaras


En su oficio de ocultar identidades, una fabricante de máscaras, oculta tras el cristal de su vitrina, y trabajando en plena luz del día, examina el progreso de su obra.
Caminar bajo la lluvia

Cuando dijo a mi me encanta caminar bajo la lluvia, sonó tan poética que la imaginé mojada. Sentí las gotas frías de agua en sus labios y en los míos. La quise más, aunque ella no sabía que la quería. Imaginé un paisaje verde, la llovizna ligera, la brisa acariciando su largo cabello en sensuales ondas negras. Tal vez un claro en un bosque, algunos animalitos silvestres buscando refugio de la lluvia, y ella llamándolos, vengan a caminar conmigo, desnuda bajo la lluvia. La quise más. La deseé toda.
Cuando dijo me encanta sentir la lluvia en la cara dije a mi también, caminemos dando saltitos felices en la campiña, toma mi mano, su blusa mojada, su pelo sensual, su boca sin sed. Caminemos, no importa que llueva, el cielo ya está por caerse en gotas, mojémonos juntos, qué alegría compartir esta humedad, qué sed de soñar contigo, caminemos desnudos bajo la lluvia, juntos.
No contaba con el aguacero, los zapatos convertidos en charcos portátiles que nos perseguían salpicando cada paso. Cuidado, viene un bus, levantó una ola que nos vistió de manchas y ahogó la poesía imaginada. Algunos otros animales motorizados completaron la labor de empaparnos, aguacero metropolitano, la corbata nueva, era de seda, el maletín de ejecutivo cubierto de barro de ciudad, busquemos un refugio, la odié toda, era falso aquello de cantar bajo la lluvia, sólo a Gene Kelly le queda bien el traje húmedo y sólo a él no se le corre el maquillaje en terribles ondas negras. No me gusta caminar bajo la lluvia.
El anatomista

Advertencia para vegetarianos: contiene descripciones sanguinolentas. Se recomienda leer en compañía de un carnívoro de confianza.


El anatomista se quedó contemplando el espécimen de músculo psoas que tenía en frente. Lo analizó con la misma minuciosidad que había caracterizado su trabajo anterior como patólogo forense. Lo manipuló delicadamente con sus instrumentos, estudiando cada fibra, cada depósito graso.
Ensimismado en su ritual, reflexionó por un instante acerca del mejor abordaje para iniciar su disección. Antes de cortarlo, escogió el recipiente marcado «S». Espolvoreó algunos gránulos blancos sobre la muestra de tejido, y, con el primer corte, se inclinó levemente para deleitarse con el aroma del vapor exhalado por el músculo recién preparado según su preferencia –término medio–, cuya exudación se esparció por el plato como una misteriosa mancha en la que casi podían adivinarse los corpúsculos sanguíneos que la formaban...

De: Relato breve en dos caras. Por Mario Bonilla. Panace@, vol VI No. 19, marzo de 2006.